Extraído de una pagina de internet |
Durante la época de la facultad,
a la hora de cursar el cursillo de ingreso para la facultad, se encargaron de
enseñarme que el cuerpo jurídico tiene un orden verticalista que va de arriba
para abajo y que tiene forma de pirámide. Entonces tenemos que la Constitución
está primero en el orden de prioridades, o también lo enseñan como el gran
paraguas que cubre y ampara todos derechos en un país, y que nada ni nadie
puede salirse del marco establecido donde no se puede dar un paso adelante como
tampoco se puede dar un paso para atrás, haciéndolo ver como que los derechos están
allá en la cima, lejos del alcance de nosotros y nosotras los y las mortales;
luego viene el selecto grupo de los tratados internacionales los cuales son
pintados como los grandes derechos que garantizan por encima de las leyes, y a
los cuales siempre los sentí como que eran los grandes extranjeros que venían a
fiscalizar que hagamos bien las cosas, pero que al mismo tiempo siempre se
encontraban muy por encima de la realidad en la que vivimos, y no llegaban a
tiempo; luego sí los códigos y las leyes, pareja inseparable, la primera
cargada de doctrina que solo los técnicos abogados pueden “entenderla”, a veces
dudo de eso, y las segundas pues son como pequeños satélites del tronco rector característico
de los códigos los cuales no han tenido en cuenta alguna disciplina, por tanto
salen a cubrir la lagunas existentes pero así también nunca son suficientes.
Entonces, desde la escuela y el
colegio, siento que nos han inculcado el sistema del IMPERIO DE LA LEY, en la
cual todos los ciudadanos y ciudadanas debemos tenerle miedo y debemos
portarnos bien para que la misma no venga con su martillo a imponernos “justicia”,
la bendita justicia que ya venía diciéndolo Martín Fierro “es como la tela de
araña que atrapa al más chico y el grande la rompe”, reproduciendo nuevamente
el circulo del oprimido, o sea el más pobre que no tiene acceso ni garantías y
el opresor, que es la persona con capacidad adquisitiva que puede comprar
conciencia.
Y es en esa lógica de cosas en la
que me puse a pensar en que creo que debemos invertir la pirámide de Kelsen,
que fue pensada para crear la idea que los que gobiernan están arriba y el
pueblo es el que está abajo, por tanto estamos obligados y obligadas a obedecer
hasta las mayores atrocidades que se le puedan ocurrir a los gobernantes. Y más
en Paraguay país que sufrió 35 años de dictadura, cuya herencia es la frase “cállate,
no hables, no te metas en problemas”, imposibilitando de esta manera a que el
pueblo visualice más allá de un beneficio personal, entonces se manifieste y
exija lo que por derecho le pertenece.
Considero que la constitución no
es el paraguas, no es techo, al contrario, es el piso, es el cimiento que nos debe
ayudar a caminar para adelante, hacia el progreso incorporando las
diversidades, considero que el cuerpo jurídico no está por arriba del pueblo, en
realidad está por debajo siendo el abono para poder plantar nuevas conquistas
ciudadanas, considero que las “autoridades de gobiernos” no son nuestros jefes,
pues es al revés, somos nosotros los jefes quienes debemos poner los temas a ser
tratados en las agendas de los ministros, ministras, presidentes y congresistas,
completamente al inverso de lo que hoy sucede en nuestro querido Paraguay.